jueves, 30 de septiembre de 2010

Perdona, no te conozco de nada pero ... ¿quieres ser mi princesa?

  Él tuvo un sueño. Un sueño eterno, según como lo mires, ahora él vive en un sueño, todo eso por vaciarse. Por querer echar toda su mierda fuera. Así fue él.
Allí estaba, tumbado, desvanecido, blanco. A lo lejos alguien canta, parece ser una voz femenina, a lo lejos. El cielo está emborronado,¿qué ha pasado? ¿quién ha pasado la goma por mi mundo de colores?. Está confuso, es capaz de alzar el cuello, ver algo más que el cielo anaranjado, y emborronado a la vez. Se localiza, sigue en el barco, en el Perse. No ve a Yveen. No ve a nadie. Solo oye el lejano cantar de aquella mujer de bella voz, cada vez se oye más y más cerca. Su mundo se va aclarando, ya no está todo tan emborronado. Ese cantar ... cesa. Oye una voz femenina a su espalda: "¿Te puedo ayudar?" Jack se sorprende y pega un brinco de sorpresa. "Em ... claro ... sí,¿quién eres?" "No te interesa quién soy, te estoy ofreciendo ayuda". "Haz favor, no soy capaz de levantarme, ayúdame". Ella le ayudó. Al tocar su mano Jack sintió sensaciones que jamás había sentido, su mano era suave al tacto, blanquecina, casi celestial, como si no fuera humana. Jack se alzó, la celestial chica vestía un vestido blanco, intacto. No sabía de donde había aparecido, pero desde luego, estaba muy agradecido de ello. "¿De donde has venido?" Fue lo único que se le ocurrió pronunciar. "De ningún sitio". Jack estaba maravillado con sus ojos marrones, sus mejillas rojizas, su pelo marrón, liso, largo ... Una chica celestial. "Me llamo Jack". "Y yo Ilse". "¿Ilse, de donde viene ese nombre?" "No lo sé, yo me llamo así."
Jack no se había dado cuenta de una cosa, Ilse levitaba. Y lo más sorprendente de todo ... Él también. Esto no es real, pensaba él, pero si lo era. Perse se volvía a mover solo, hacia algún lado. "Oh no, volvemos a la isla" "¿A qué isla?" Preguntó la chica celestial. "Hacia la isla muerta. Lugar de muertos y sin vida." Ilse no dijo nada, solo miraba al horizonte. Su cara ... sus mejillas, eran ... totalmente distintas a todas las que Jack había visto. Eran rojizas, pulcras y limpias. Pero ... ese rojo que enamoraba a cualquiera. Y sus ojos, marrones, pero de un brillo extraño a la vez que maravilloso. Aquella era una escena demasiado surrealista como para ser real. Hasta que Jack se dió cuenta, levitaba y volvía hacia la isla ... todo encajaba, Jack había muerto. Y había conocido a su princesa, hasta ahora escondida en cualquier lugar del mundo. Su princesa, Ilse.
La sinfonía, la sinfonía de los hombres sin vida, vuelve a sonar. Divisan la isla, pero esta melodía es distinta a cualquiera, no era ni como la primera que sonaba en la niebla, ni como la que sonaba en la playa. Era ... celestial ... hermosa. Piano, violín, arpa y una guitarra. Suena, no suena la sinfonía de los hombres sin vida, suena ... otra sinfonía, la sinfonía de los príncipes, a los que sus sin vida se arrodillarán en un no tan lejano tiempo. "Perdona Ilse, pero ... creo que me acabo de enamorar de ti." Ilse seguía sin decir nada, seguía mirando el mismo punto en el horizonte. Jack no sabía que hacer, jamás había estado enamorado de esa forma, no podía parar de mirarla. Sus mejillas rojizas, sus ojos marrones, su pelo liso, su piel morena al sol ... Era perfecta. Los dos levitaban ... Ilse quitó la vista del horizonte, miró a Jack, y así se quedó mirandolo. Mirándose ... "Perdona,no te conozco de nada pero ... ¿quieres ser mi princesa?" "¿Acaso eres tú un príncipe?" "Sí, de los hombres sin vida, venía de esa isla, no recuerdo mucho" "En ese caso..." Una pausa de 1 minuto que pareció 1 año entero. "Sé tu mi príncipe" "Sé tu mi princesa".
La isla sin vida volvía a tener príncipe, esta vez dos, príncipe y princesa. Jack e Ilse. El chico joven, pelirrojo de ojos verdes con pasión por la escultura y el baloncesto. Y la chica joven, morena, de ojos marrones con pasión por la música y la naturaleza. Una historia totalmente distinta a cualquiera otra ya que ... Son los príncipes, pero los príncipes sin vida. Ahora pasarían infinitos tiempos juntos. Y así llegaron a la playa, juntos ... Fundidos. En un beso, largo como un día sin pan. Bajaron ... Era un atardecer precioso, el sol naranja se reflejaba en las encantadoras mejillas de Ilse y los verdes ojos de Jack. Estaban hechos uno para el otro. Nadie sabe como Ilse llegó a ese barco, ni como Jack despertó ... Jack preguntó por ello. "Amor, ahí esta la magia." Y allí quedaron, en la playa ... al atardecer. Los dos príncipes muertos, para el fin de los fines.

Un gran grito por la humanidad.

 ¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! Jack grita, Jack K. Jackson, el que ya no es príncipe de los muertos grita como nunca ha gritado en su corta vida de adolescente muerto. Sus pulmones se hinchan, se llenan de aire para proferir el mayor de los gritos jamás oídos, se le rasgan los tímpanos, se va quedando sin aire, abre los brazos, sigue gritando, allí, él solo en la proa del barco, del Perséfone, él está solo, más solo que nunca, está en medio de la nada, dónde nada ni nadie puede oírle gritar, pasa 1 minuto y Jack sigue gritando, sus tímpanos se rasgan poco a poco, él solo quiere seguir gritando, siente como se vacía, siente como toda la mierda que ha conservado dentro, sale hacia su exterior, a través de sus cuerdas vocales. Siente como todos sus músculos se tensan al unísono, unos se montan sobre otros, se vuelven a desmontar, sus venas se marcan más que nunca ...
 Un gran dolor inunda todo su cuerpo, siente como si la cabeza le fuera a estallar ... Y Jack se desvanece. Se despertará, pero el gran Jack se ha vaciado, ha echado para fuera todo lo que tenía que echar, ahora empezará otra vida en su nuevo mundo de vivos. No sabe como le irá, pero por el momento ha borrado todo. Así es Jack. Le encanta vaciarse y volverse a llenar.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Siempre y para nunca.

Vuelve a sonar el piano, vuelve a sonar el violín, el suelo ennegrece. Allí vuelve el príncipe de los muertos, vuelve Jack K. Jackson. Pero esta vez, corre un aire distinto, un aire ... de viveza. El piano y el violín suenan distinto, se les ha unido una guitarra, suenan totalmente distinto a como sonaban antes. Gran parte de la atmósfera que rodea a Jack, el principe de los sin vida ha cambiado, para mucho mejor, o eso cree él. Jack se dirige hacia la playa, a mirar, simplemente a algo que le encanta, mirar a cualquier lado fijamente, su lugar favorito, el horizonte. Jack no se ha dado cuenta de que ya su música no suena muerta, no suena sin sentimiento alguno, suena ... épica, incluso puede oír voces lejanas cantando, esas voces provienen del barco, del Perséfone, el barco de los Muertos. Algo huele bien, él no sabe que es, pero algo huele bien. Al fin, se da cuenta de lo que huele tan bien es ... él mismo. Se encuentra un espejo, lo mira, ve a otra persona, no es él. Otra persona distinta, ella está viva, él no. Pero, el del espejo es él, ha recobrado la vida, su pelo vuelve a ser rojo brillante, sus ojos siguen siendo verdes, puede que incluso más, su color de piel ha vuelto, y ve algo que hacía mucho que no veía, una sonrisa humana, una sonrisa llena de brillo y blancura. Jack decide llevarse el espejo mientras camina, no quiere pensar que fue un espejismo, nunca mejor dicho. Una vez llegado a la playa, vuelve a ver algo que no había visto en su estancia en la isla sin vida. El barco de Yveen, la muñeca muerta, el Perséfone, está yendo hacia él, y ... Yveen no está en su proa, como era costumbre al ver ese barco, Yveen no está, el barco va solo. Hacia él, miró a su alrededor a ver si veía a alguien, pero la playa estaba vacía, solo estaba él, y el Perse dirigiendose hacia él. Eso solo podía significar una cosa, que iban a sacar a alguien de allí, de la isla sin vida, de la que hay que tener voluntad y mucho esfuerzo para salir. De ahí iba a salir Jack, antes conocido como el Príncipe de los Muertos, ahora conocido como Jack Jackson, un chico normal de 17 años, pelirrojo y de ojos verdes. En todo esto llegó el barco, el Perséfone. Se detuvo ante Jack y una escalera de cuerda cayó ante sus verdes ojos. Tenía que subir, ahora o nunca. Allá que subió, no había ni un alma en el barco, Yveen estaba tirada en el suelo, con un ojo descolocado, un botón descolocado. Era hora de poner fin a la estancia de Jack K. Jackson en la isla muerta. Jack debía volver a la vida, y así lo hizo. Esta estancia cambió la vida de el antiguo príncipe de los muertos, como para no hacerlo, pasar de ser un príncipe a ser un simple adolescente, puede que lo echara de menos. Visualizó a Yveen, sus manos de muñeca, ya no eran huesos cadavéricos, ahora eran simples muñones de algodón y tela, era una muñeca normal. Algo había cambiado ese día, Yveen ya no era Yveen, la capitán del Perséfone, Jack no era Jack K. Jackson, príncipe de los muertos, ni yo era yo. Había cambiado, Yveen, Jack, y yo, un chico simple que da cuerda a su imaginación en esta entrada y en la anterior, en la siguiente, y en todas las que le quedan. Esto es una simple historia, ¿será una metáfora? como todo, lo dirá el tiempo. Larga muerte a Jack Jackson. Y próspera vida para todos.

Jack K. Jackson, el príncipe de los muertos.

Dulces notas de piano y violín suenan, ¿de dónde? nadie lo sabe, ni nadie lo sabrá, la naturaleza ha decidido hacer sonar eso, hacer sonar, la música de los muertos, la sinfonía sin vida.
Suena la enésima nota, una blanca enorme y clara, allá aparece él, el rey de los muertos, el rey de los sin vida. Él da gracias a lo que sea que haya allá arriba, de ser el rey de los muertos, el rey de los sin sentimientos, el rey de los hombres de acero, instransferibles, los puedes abollar, pero jamás partir en dos.
El príncipe ve su sombra, se mira al espejo, y no ve nada, ve una jungla detrás suya, no sabe que es esa jungla, el espejo le hace creer que está en una jungla, vivo, lleno de verde a su alrededor, con el sonido de los exóticos pájaros a su alrededor, pero luego gira un poco la vista y se ve de nuevo, en la triste niebla, con sus súbditos vacíos. Una vez visto eso, el príncipe de los muertos, de los vacíos por dentro, decide sentarse en una esquina, apoyado en un árbol, muerto para ser más exactos, pero sigue en pie, casi como él, muerto, pero en pie. Su color, es pálido, casi transparente, puede que de vez en cuando se le vea transparente. Él se creía el rey del mundo, que podía hacer cualquier cosa, hasta que, se fue apagando, lentamente ... puede que se llegue a apagar del todo, o puede que recobre su color original, su color de tez morena, su pelo rojo y sus ojos verdes, sus originales pecas, su ... volver a ser él, volver a ser el gran Jack, ese chico original, sencillo y querido por la mayoría, un maestro de la escultura, y con un arte innato para el baloncesto, su deporte, el deporte que le abstraía de ese mundo lleno de colores oscuros y feos. Pero ahora él, se ha apagado, aún no del todo, pero está apagado, ya su pelo rojo no brilla, es un rojo apagado, tristón. Ahora su tez morena se ha convertido en una tez blanca, demasiado blanca, sus originales pecas han quedado en restos, sus ojos verdes, son lo que le diferencian de los demás muertos, el tiene viveza en sus ojos, por algo es el príncipe y futuro rey. Su pasión por la escultura, sigue vivo, una de las pocas cosas que sigue viva dentro de él, cada mes hace alrededor de 44 esculturas, ese es su número de oro, el 44. También tiene una pasión escondida dentro de su muerto corazón, la música. Las dulces notas del principio, vienen de su cuerpo, él desprende música, toda la música que ha ido absorbiendo a lo largo de su corta vida, la está desprendiendo ahora, sus dulces notas de violín, de piano, de guitarra, música muy mística, a veces música muy, demasiado ... muerta.
Jack, ese príncipe de los muertos, ese hombre apuesto, pero sin vida por dentro, ese hombre guapo e inteligente, pero sin vida por dentro, ese hombre ... muerto.
Él vaga por las playas de su principado fantasma, que nadie lo ve, solo los que merecen ir allí, los sin vida. Allí a lo lejos ve el barco que lo trajo hasta aquí, hasta nuestra muerta isla, ese barco cuyo capitán es solo una triste muñeca de trapo, una muñeca de trapo con quizá más poder que cualquier humano, una muñeca de trapo llamada Yveen, con su túnica roja, y sus manos esqueléticas al aire, solo vistas por los muertos ... Jack confía en que ella algún día la devuelva a su sitio, a su isla viva, pero sus súbditos no lo quieren soltar, están ... hasta la muerte con él, sus esculturas y su música.
Larga muerte a Jack Kushar Jackson, el príncipe de los muertos.