miércoles, 29 de septiembre de 2010

Siempre y para nunca.

Vuelve a sonar el piano, vuelve a sonar el violín, el suelo ennegrece. Allí vuelve el príncipe de los muertos, vuelve Jack K. Jackson. Pero esta vez, corre un aire distinto, un aire ... de viveza. El piano y el violín suenan distinto, se les ha unido una guitarra, suenan totalmente distinto a como sonaban antes. Gran parte de la atmósfera que rodea a Jack, el principe de los sin vida ha cambiado, para mucho mejor, o eso cree él. Jack se dirige hacia la playa, a mirar, simplemente a algo que le encanta, mirar a cualquier lado fijamente, su lugar favorito, el horizonte. Jack no se ha dado cuenta de que ya su música no suena muerta, no suena sin sentimiento alguno, suena ... épica, incluso puede oír voces lejanas cantando, esas voces provienen del barco, del Perséfone, el barco de los Muertos. Algo huele bien, él no sabe que es, pero algo huele bien. Al fin, se da cuenta de lo que huele tan bien es ... él mismo. Se encuentra un espejo, lo mira, ve a otra persona, no es él. Otra persona distinta, ella está viva, él no. Pero, el del espejo es él, ha recobrado la vida, su pelo vuelve a ser rojo brillante, sus ojos siguen siendo verdes, puede que incluso más, su color de piel ha vuelto, y ve algo que hacía mucho que no veía, una sonrisa humana, una sonrisa llena de brillo y blancura. Jack decide llevarse el espejo mientras camina, no quiere pensar que fue un espejismo, nunca mejor dicho. Una vez llegado a la playa, vuelve a ver algo que no había visto en su estancia en la isla sin vida. El barco de Yveen, la muñeca muerta, el Perséfone, está yendo hacia él, y ... Yveen no está en su proa, como era costumbre al ver ese barco, Yveen no está, el barco va solo. Hacia él, miró a su alrededor a ver si veía a alguien, pero la playa estaba vacía, solo estaba él, y el Perse dirigiendose hacia él. Eso solo podía significar una cosa, que iban a sacar a alguien de allí, de la isla sin vida, de la que hay que tener voluntad y mucho esfuerzo para salir. De ahí iba a salir Jack, antes conocido como el Príncipe de los Muertos, ahora conocido como Jack Jackson, un chico normal de 17 años, pelirrojo y de ojos verdes. En todo esto llegó el barco, el Perséfone. Se detuvo ante Jack y una escalera de cuerda cayó ante sus verdes ojos. Tenía que subir, ahora o nunca. Allá que subió, no había ni un alma en el barco, Yveen estaba tirada en el suelo, con un ojo descolocado, un botón descolocado. Era hora de poner fin a la estancia de Jack K. Jackson en la isla muerta. Jack debía volver a la vida, y así lo hizo. Esta estancia cambió la vida de el antiguo príncipe de los muertos, como para no hacerlo, pasar de ser un príncipe a ser un simple adolescente, puede que lo echara de menos. Visualizó a Yveen, sus manos de muñeca, ya no eran huesos cadavéricos, ahora eran simples muñones de algodón y tela, era una muñeca normal. Algo había cambiado ese día, Yveen ya no era Yveen, la capitán del Perséfone, Jack no era Jack K. Jackson, príncipe de los muertos, ni yo era yo. Había cambiado, Yveen, Jack, y yo, un chico simple que da cuerda a su imaginación en esta entrada y en la anterior, en la siguiente, y en todas las que le quedan. Esto es una simple historia, ¿será una metáfora? como todo, lo dirá el tiempo. Larga muerte a Jack Jackson. Y próspera vida para todos.

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