miércoles, 29 de septiembre de 2010

Jack K. Jackson, el príncipe de los muertos.

Dulces notas de piano y violín suenan, ¿de dónde? nadie lo sabe, ni nadie lo sabrá, la naturaleza ha decidido hacer sonar eso, hacer sonar, la música de los muertos, la sinfonía sin vida.
Suena la enésima nota, una blanca enorme y clara, allá aparece él, el rey de los muertos, el rey de los sin vida. Él da gracias a lo que sea que haya allá arriba, de ser el rey de los muertos, el rey de los sin sentimientos, el rey de los hombres de acero, instransferibles, los puedes abollar, pero jamás partir en dos.
El príncipe ve su sombra, se mira al espejo, y no ve nada, ve una jungla detrás suya, no sabe que es esa jungla, el espejo le hace creer que está en una jungla, vivo, lleno de verde a su alrededor, con el sonido de los exóticos pájaros a su alrededor, pero luego gira un poco la vista y se ve de nuevo, en la triste niebla, con sus súbditos vacíos. Una vez visto eso, el príncipe de los muertos, de los vacíos por dentro, decide sentarse en una esquina, apoyado en un árbol, muerto para ser más exactos, pero sigue en pie, casi como él, muerto, pero en pie. Su color, es pálido, casi transparente, puede que de vez en cuando se le vea transparente. Él se creía el rey del mundo, que podía hacer cualquier cosa, hasta que, se fue apagando, lentamente ... puede que se llegue a apagar del todo, o puede que recobre su color original, su color de tez morena, su pelo rojo y sus ojos verdes, sus originales pecas, su ... volver a ser él, volver a ser el gran Jack, ese chico original, sencillo y querido por la mayoría, un maestro de la escultura, y con un arte innato para el baloncesto, su deporte, el deporte que le abstraía de ese mundo lleno de colores oscuros y feos. Pero ahora él, se ha apagado, aún no del todo, pero está apagado, ya su pelo rojo no brilla, es un rojo apagado, tristón. Ahora su tez morena se ha convertido en una tez blanca, demasiado blanca, sus originales pecas han quedado en restos, sus ojos verdes, son lo que le diferencian de los demás muertos, el tiene viveza en sus ojos, por algo es el príncipe y futuro rey. Su pasión por la escultura, sigue vivo, una de las pocas cosas que sigue viva dentro de él, cada mes hace alrededor de 44 esculturas, ese es su número de oro, el 44. También tiene una pasión escondida dentro de su muerto corazón, la música. Las dulces notas del principio, vienen de su cuerpo, él desprende música, toda la música que ha ido absorbiendo a lo largo de su corta vida, la está desprendiendo ahora, sus dulces notas de violín, de piano, de guitarra, música muy mística, a veces música muy, demasiado ... muerta.
Jack, ese príncipe de los muertos, ese hombre apuesto, pero sin vida por dentro, ese hombre guapo e inteligente, pero sin vida por dentro, ese hombre ... muerto.
Él vaga por las playas de su principado fantasma, que nadie lo ve, solo los que merecen ir allí, los sin vida. Allí a lo lejos ve el barco que lo trajo hasta aquí, hasta nuestra muerta isla, ese barco cuyo capitán es solo una triste muñeca de trapo, una muñeca de trapo con quizá más poder que cualquier humano, una muñeca de trapo llamada Yveen, con su túnica roja, y sus manos esqueléticas al aire, solo vistas por los muertos ... Jack confía en que ella algún día la devuelva a su sitio, a su isla viva, pero sus súbditos no lo quieren soltar, están ... hasta la muerte con él, sus esculturas y su música.
Larga muerte a Jack Kushar Jackson, el príncipe de los muertos.

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